Cuando se pregunta de quién ha sido el Rey de las asistencias en el baloncesto dominicano, nadie titubea en señalarlo.José -Boyón- Domínguez hizo del pase de balón un arte, disfrutaba alimentar a sus compañeros para que hicieran los canastos y dio carácter a la posición de armador, confirmando esa cualidad como una de las piezas fundamentales de los jugadores de esa posición.
Líder dentro y fuera de la cancha en sus años de jugador activo con la escuadra de toda su vida y de sus amores, la del club Mauricio Báez, Boyón fue -entre otros muchos lauros-, el primer jugador de su posición que logró el premio de Jugador Más Valioso en el torneo de Baloncesto Superior distrital.
El dirigente dominicano más laureado en certámenes internacionales, con la etiqueta de un auténtico inmortal sin espacio todavía en el Pabellón, narra para los lectores de CLAVE su historia deportiva.
¿Cómo nace tu afición al básket?
“Surge de una forma extraña. Viviendo en Villa Juana, mis padres no querían que estuviéramos en el medio sin hacer nada, e iba a jugar béisbol al Metropolitano, hoy Centro Olímpico Juan Pablo Duarte, y de paso, al regreso, me integraba a jugar baloncesto en una cancha que había en el First Nacional City Bank de la San Martín, que fue donde me inicié jugando baloncesto.
Llegué al club Mauricio Báez después de unos juegos estudiantiles que yo jugué en el equipo de la escuela República Dominicana y me enfrenté a la escuela del club. Entonces, el dirigente mauriciano Joseíto Martínez se me acercó y me invitó a practicar y yo acepté.
A partir de ahí mis padres se interesaron en que yo pasara el día jugando baloncesto en el Mauricio Báez, y de ahí mi entusiasmo por ese deporte, y dejé definitivamente la pelota, aunque jugaba muy bien”.
¿Cómo te desarrollas como jugador?
“Yo participé en el torneo mini basket con el Mauricio y tuve una participación tímida, porque llegué y encontré muchos muchachos que tenían su espacio y yo no era de los mejores en ese momento. Pero seguí trabajando para ganarme mi espacio, apoyado en el esfuerzo y de muchas horas de trabajo que me permitieron hacerme sentir.
El partido que me catapultó fue cuando inauguramos las luces de la cancha del colegio Don Bosco, en el que anoté más de 20 puntos y a partir de ahí comenzaron a comentar en el club sobre mí, por mis dotes de anotador; yo tiraba la bola.
En el juvenil, en ese tiempo el que se destacaba podía jugar en el superior, porque había muchos jugadores importantes y el Mauricio Báez llegó hasta las finales. Promedié sobre los 20 puntos, pero ya desempeñándome como armador, aunque seguía siendo muy anotador.
¿Qué pasa después de juvenil?
“Llego y practico con el equipo de la categoría clase B, porque en ese tiempo no existía el Presuperior, y el entrenador del equipo Julio (Yuyo) Pozo me comunicó que no me iba a integrar al equipo por temor a que me dieran un mal golpe, porque era un muchacho con un físico muy débil. Y yo, con la fiebre que tenía de jugar busqué a varios muchachos más que no hicieron el conjunto y los convencí de que hiciéramos un equipo clase B en el club Nueva Fe.
Inaugurando el torneo, debutamos frente al San Carlos, que resultó después campeón. Y le anoté 32 puntos a un equipo sólido que tenía ocho jugadores que al año siguiente ganaron el torneo superior. En ese torneo promedié alrededor de los 30 puntos”.
¿Cómo llegas al equipo superior?
“En 1978 logré convencer a Yuyo Pozo que con nuestro trabajo, con nuestro talento, que podía jugar en la categoría superior. Y me convino que era un equipo que se estaba renovando, ya que pasamos los torneos de 1974 y 75, sien-do uno de los equipos más fuertes. Pero la dirección del club entendió que debían darle la oportunidad a los jugadores base, de la barriada, y prácticamente lo desbarató, al salir de jugadores estelares como Héctor Vikingo Monegro, July Domínguez e Ismael Tapia.
Me dieron el chance ese año y tuve la oportunidad de llegar a ganar el premio de Novato del Año. Perdí la distinción por un voto a manos de Pedro Leandro Rodríguez, porque si los periodistas no hubiesen votado por mi compañero Roberto Abad, quien sacó cuatro, yo hubiese ganado, porque en ese torneo promedié 17 puntos por juego, segundo en asistencia detrás de Radhamés Díaz. En sentido general, fue una gran temporada para mi, tuve un inicio muy bueno”.
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¿Cuál fue tu mejor torneo?
“Sin dudas que el mejor momento fue en el torneo de 1984 en el que Mauricio Báez arrasó con todo el mundo. En los años anteriores ya veníamos dando señales de que nuestro momento estaba por llegar. En la segunda ronda teníamos 10 victorias sin derrota.
Con un grupo integrado por el refuerzo Eugene Richardson, Domingo Rosario, Jesús -Chú- Mercedes, Julián -Bombo- McKelly, Ramón -Montante-Castillo, Pedro Morel, Roberto Abad, Lino Berroa, Julio King Domínguez, eso me permitió romper todas las marcas de asistencias; más asistencias en un juego con 16, que está vigente, más asistencias en un torneo con 126, mejor porcentaje para un torneo que son 8.6, lo que provocó que fuera escogido sobre todos los refuerzos que vinieron, como Jugador Más Valioso, para ser el primer jugador de la posición de armador en ganarlo, así como el Baloncestista del Año de la Asociación de Cronistas Deportivos de Santo Domingo, ACD.
En fin, tuve un año excelente. Fui llamado a la selección y estuve en el quinteto”.
¿Cuál fue tu peor momento?
“Mi peor momento fue antes de los Juegos Centroamericanos y del Caribe que se celebraron en Santiago en 1986. Recuerdo que estamos en un partido de fogueo frente a la selección de Panamá, a ley de cinco días para comenzar los juegos, y hasta me habían entregado el uniforme, y hasta recién casado estaba yo; en un momento del juego me rompí el tobillo derecho en tres partes y eso me hizo perder todo el año 86”.
¿Cómo se produce el cambio de jugador a entrenador?
“Yo siempre fui entrenador y siempre dirigí. Yo jugaba una categoría y al año siguiente era el dirigente. Creo tener un récord que es un poco difícil de igualar, porque dirigí todas las categorías en masculino y en femenino, incluyendo las selecciones del país en ambas ramas”.
¿Cuándo piensas en el retiro?
“Yo entiendo que debo retirarme cuando me ocurrió una situación curiosa con el entrenador Leandro de la Cruz en 1989, participando en el torneo Preolímpico.
Precisamente, la única vez que le hemos ganado a la selección de Estados Unidos.
Leandro me usó a mí como entrenador de avanzada y me envió a espiar al equipo de Bahamas, al que entonces le ganábamos relativamente fácil.
El equipo nuestro practicó primero y él se marchó con los demás jugadores en la guagua y me dejó en la cancha. Y entendí que ya no me tomaban en cuenta como jugador y las piernas no estaban bien, y decidí jugar un año más para buscar un sustituto en el Mauricio Báez.
Y es ahí donde aparece el santiagués José Santos Ceballos, a quien convencí porque todos los equipos estaban detrás de él”.
¿Después de ese momento empezó otra etapa?
Exacto. Jugué mi última temporada en 1990 y ya en el 91 me colocaron como asistente del dirigente del equipo superior mauriciano Modesto Guillén, y en el 92 la directiva consideró que estaba listo para encargarme del equipo y dirigí mi primer torneo. Duré hasta el 1998.
Y por cosas que suceden en la vida, personas ajenas al club que habían llegado y tenían opinión y eran escuchados, comenzaron a cuestionar mi trabajo y renuncié para dejar el equipo en manos de mi asistente Melvin López, quien por suerte, ganó de inmediato.
¿Qué hace Boyón a partir de ese momento?
“Yo seguí trabajando en el proyecto de selecciones nacionales, trabajando con los juveniles donde tuve la oportunidad de trabajar para llegar a un campeonato mundial de esa categoría.
En 1999 fuimos a Panamá para clasificarnos, luego jugamos en el Preolímpico en Brasil y los vencimos, para quedar entre los tres equipos, y clasificamos para el Mundial de 2001 en Japón”.
¿Cuál fue tu labor en otros torneos?
“Yo jugué en Santiago con Sameji, Cupes y CDP; en San Francisco de Macorís con el club Duarte, y en San Pedro de Macorís estuve con la UCE, el ingenio Consuelo”.
Qué sucede con Boyón a partir del 2000?
“Me concentré a las selecciones nacionales, dirigía la juvenil y era asistente en la superior de Miguel Cruceta, quien no pudo viajar a Cuba para Centrobásket, y eso me permitió tener la primera experiencia al frente del selecciona-do y logré medalla de bronce, con un equipo integrado por Franklin Western, Soterio Ramírez y Ricky Greer, porque perdimos por un punto un juego contra Puerto Rico.
Ya en los Juegos de Maracaibo, con Cruceta dirigiendo y yo encargado de la parte defensiva, ganamos oro por primera vez en Juegos Centroamericanos.
Después de ahí hubo otra medalla de bronce en Centrobásket de México y ya en El Salvador en los Centroamericanos ganamos oro, invictos, conmigo como dirigente.
Recuerdo que le ganamos a Puerto Rico por más de 20 puntos con un gran trabajo ofensivo de Western y Amaury Filión”.
¿Cuáles han sido tus logros más significativos?
Sin dudas, el premio de Jugador más Valioso del torneo superior de 1984, los tres trofeos como dirigente del año, la medalla de oro juvenil, oro en sub-19, presea de bronce sub-20, cuarto lugar en el Mundial sub-21, dos medallas de oro en Centroamericanos y una de bronce.
En fin, como entrenador participé en cinco Juegos Centroamericanos, incluida la dirección de la rama femenina.
En el baloncesto superior, que nunca había ganado en la capital, gané dirigiendo al club Naco; gané con Sameji y gané con San Martín de Porres en San Francisco”.
¿Quién marcó tu vida como atleta?
“Indudablemente, debo mencionar a Julio Pozo, Yuyo. Pero no cabe dudas que el entrenador que marcó mi vida, mi trayectoria, fue Fernando Teruel.
Con Fernando yo pasé demasiados años juntos y en baloncesto le agradezco todo porque me dio la oportunidad y me enseñó. Incluso, lo que yo les menciono a mis jugadores como la única virtud que tengo me la inculcó Teruel que es que no llego tarde nunca. Eso lo aprendí de él durante todos los años que jugué para él”.
Datos y entrevista cortesia: Semanario CLAVE (www.clavedigital.com)
“Sin dudas que el mejor momento fue en el torneo de 1984 en el que Mauricio Báez arrasó con todo el mundo. En los años anteriores ya veníamos dando señales de que nuestro momento estaba por llegar. En la segunda ronda teníamos 10 victorias sin derrota.
Con un grupo integrado por el refuerzo Eugene Richardson, Domingo Rosario, Jesús -Chú- Mercedes, Julián -Bombo- McKelly, Ramón -Montante-Castillo, Pedro Morel, Roberto Abad, Lino Berroa, Julio King Domínguez, eso me permitió romper todas las marcas de asistencias; más asistencias en un juego con 16, que está vigente, más asistencias en un torneo con 126, mejor porcentaje para un torneo que son 8.6, lo que provocó que fuera escogido sobre todos los refuerzos que vinieron, como Jugador Más Valioso, para ser el primer jugador de la posición de armador en ganarlo, así como el Baloncestista del Año de la Asociación de Cronistas Deportivos de Santo Domingo, ACD.
En fin, tuve un año excelente. Fui llamado a la selección y estuve en el quinteto”.
¿Cuál fue tu peor momento?
“Mi peor momento fue antes de los Juegos Centroamericanos y del Caribe que se celebraron en Santiago en 1986. Recuerdo que estamos en un partido de fogueo frente a la selección de Panamá, a ley de cinco días para comenzar los juegos, y hasta me habían entregado el uniforme, y hasta recién casado estaba yo; en un momento del juego me rompí el tobillo derecho en tres partes y eso me hizo perder todo el año 86”.
¿Cómo se produce el cambio de jugador a entrenador?
“Yo siempre fui entrenador y siempre dirigí. Yo jugaba una categoría y al año siguiente era el dirigente. Creo tener un récord que es un poco difícil de igualar, porque dirigí todas las categorías en masculino y en femenino, incluyendo las selecciones del país en ambas ramas”.
¿Cuándo piensas en el retiro?
“Yo entiendo que debo retirarme cuando me ocurrió una situación curiosa con el entrenador Leandro de la Cruz en 1989, participando en el torneo Preolímpico.
Precisamente, la única vez que le hemos ganado a la selección de Estados Unidos.
Leandro me usó a mí como entrenador de avanzada y me envió a espiar al equipo de Bahamas, al que entonces le ganábamos relativamente fácil.
El equipo nuestro practicó primero y él se marchó con los demás jugadores en la guagua y me dejó en la cancha. Y entendí que ya no me tomaban en cuenta como jugador y las piernas no estaban bien, y decidí jugar un año más para buscar un sustituto en el Mauricio Báez.
Y es ahí donde aparece el santiagués José Santos Ceballos, a quien convencí porque todos los equipos estaban detrás de él”.
¿Después de ese momento empezó otra etapa?
Exacto. Jugué mi última temporada en 1990 y ya en el 91 me colocaron como asistente del dirigente del equipo superior mauriciano Modesto Guillén, y en el 92 la directiva consideró que estaba listo para encargarme del equipo y dirigí mi primer torneo. Duré hasta el 1998.
Y por cosas que suceden en la vida, personas ajenas al club que habían llegado y tenían opinión y eran escuchados, comenzaron a cuestionar mi trabajo y renuncié para dejar el equipo en manos de mi asistente Melvin López, quien por suerte, ganó de inmediato.
¿Qué hace Boyón a partir de ese momento?
“Yo seguí trabajando en el proyecto de selecciones nacionales, trabajando con los juveniles donde tuve la oportunidad de trabajar para llegar a un campeonato mundial de esa categoría.
En 1999 fuimos a Panamá para clasificarnos, luego jugamos en el Preolímpico en Brasil y los vencimos, para quedar entre los tres equipos, y clasificamos para el Mundial de 2001 en Japón”.
¿Cuál fue tu labor en otros torneos?
“Yo jugué en Santiago con Sameji, Cupes y CDP; en San Francisco de Macorís con el club Duarte, y en San Pedro de Macorís estuve con la UCE, el ingenio Consuelo”.
Qué sucede con Boyón a partir del 2000?
“Me concentré a las selecciones nacionales, dirigía la juvenil y era asistente en la superior de Miguel Cruceta, quien no pudo viajar a Cuba para Centrobásket, y eso me permitió tener la primera experiencia al frente del selecciona-do y logré medalla de bronce, con un equipo integrado por Franklin Western, Soterio Ramírez y Ricky Greer, porque perdimos por un punto un juego contra Puerto Rico.
Ya en los Juegos de Maracaibo, con Cruceta dirigiendo y yo encargado de la parte defensiva, ganamos oro por primera vez en Juegos Centroamericanos.
Después de ahí hubo otra medalla de bronce en Centrobásket de México y ya en El Salvador en los Centroamericanos ganamos oro, invictos, conmigo como dirigente.
Recuerdo que le ganamos a Puerto Rico por más de 20 puntos con un gran trabajo ofensivo de Western y Amaury Filión”.
¿Cuáles han sido tus logros más significativos?
Sin dudas, el premio de Jugador más Valioso del torneo superior de 1984, los tres trofeos como dirigente del año, la medalla de oro juvenil, oro en sub-19, presea de bronce sub-20, cuarto lugar en el Mundial sub-21, dos medallas de oro en Centroamericanos y una de bronce.
En fin, como entrenador participé en cinco Juegos Centroamericanos, incluida la dirección de la rama femenina.
En el baloncesto superior, que nunca había ganado en la capital, gané dirigiendo al club Naco; gané con Sameji y gané con San Martín de Porres en San Francisco”.
¿Quién marcó tu vida como atleta?
“Indudablemente, debo mencionar a Julio Pozo, Yuyo. Pero no cabe dudas que el entrenador que marcó mi vida, mi trayectoria, fue Fernando Teruel.
Con Fernando yo pasé demasiados años juntos y en baloncesto le agradezco todo porque me dio la oportunidad y me enseñó. Incluso, lo que yo les menciono a mis jugadores como la única virtud que tengo me la inculcó Teruel que es que no llego tarde nunca. Eso lo aprendí de él durante todos los años que jugué para él”.
Datos y entrevista cortesia: Semanario CLAVE (www.clavedigital.com)
Foto Ilustración: Orlando Ramos
Publicado por: www.basketdominicano.com
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